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1. WENDA (en castellà):
             
 Es un día como otros en el frío mes de diciembre. Empieza el consumismo navideño: grandes almacenes, las marcas de cava y juguetes invaden nuestras televisiones con falsos mensajes de paz. Mi madre y yo nos dedicamos a la difícil tarea de comprar regalos para toda la familia. Juguetes para los más pequeños, ropa, perfumes, aparatos electrónicos… Entramos en la primera tienda, la famosa e internacional Zanda. La ropa es preciosa y te atienden con atención, al contrario que en otros lugares. Buscamos una blusa azul marino para mi hermana, mayor que yo, de diecinueve años. Luego, vamos a la sección de hombres para cogerle una bonita camisa de rayas a mi padre. Me he ilusionado por unos vaqueros preciosos. Mi madre me los compra, y dice que es su regalo de Reyes.  Pedimos que nos lo envuelvan todo para regalo.
Agotadas, después de acabar nuestra jornada intensiva de compras navideñas, volvemos a casa y escondemos bien todos los regalos. Tengo curiosidad por probarme los vaqueros, no puedo esperar a ver cómo me quedan, así que los desenvuelvo y me los pongo. ¡Me quedan de fábula! Espera… Hay algo en un bolsillo que me molesta. Meto la mano y me encuentro un papelito, doblado pacientemente. Al abrirlo, puedo leer una palabra en inglés: ‘’HELP. Wenda’’. ¿Ayuda? No entiendo… ¿Quién es Wenda? ¿Qué hacia esta nota en mi pantalón? Muchas preguntas, pocas respuestas… Rápidamente, miro la etiqueta: el pantalón procede de Brasil, concretamente de Sao Paulo. Entro en Google y escribo en el buscador: Wenda. El primer resultado me indica el significado de su nombre: ‘joven luchadora’. Nombre típico brasileño. Vale, de momento, sé que la nota venía de Brasil y que me la ha enviado una joven luchadora llamada Wenda, la cual necesita mi ayuda urgentemente. Pero yo… ¡Yo solo tengo quince años! ¿Cómo puedo ayudarla? Le enseño la nota a mi madre, que se queda perpleja. Al igual que yo, tiene un sentimiento extraño, de pena y de miedo. Miedo a lo que nos pueda pasar por tener la nota de la niña o mujer, que reclama nuestra ayuda por alguna razón. Vuelvo al buscador de Google. Esta vez, busco casos de explotación laboral en Brasil. Ningún resultado. Busco explotación laboral. 1.310.000 resultados. Visito todas las páginas habidas y por haber, y me empapo de toda la información, como una esponja. Casos en Bangladés, Tailandia, China, África… Horribles fotos de ‘’trabajadores’’, explotados, trabajando en pocilgas, doce horas seguidas, como mínimo, al día, seis días a la semana, con un sueldo máximo de 38 euros al mes.
             
 Ya hace una semana que encontré esa nota en mis vaqueros nuevos. Una semana en que mi madre y yo nos hemos movilizado, lo cual ha hecho posible que ahora estemos en un avión rumbo a Brasil. No sabemos qué haremos al llegar, pero sí sabemos nuestro objetivo: investigar todo lo que podamos acerca de las fábricas destinadas a fabricar ropa para las multinacionales de las marcas de ropa más privilegiadas y las condiciones en que trabajan los trabajadores. Creemos que Wenda nos envió esa nota des de su puesto de trabajo en una de esas ‘’fábricas ilegales’’, tan comunes en países como Brasil. El hotel en el que nos hospedamos no está nada mal. Tiene cuatro estrellas, muy buen servicio y bien situado. Ayer, incluso vino un chiquillo hacia nosotras en el vestíbulo del hotel para ofrecernos sus servicios como limpiabotas. Así, pues, aceptamos sus servicios y el niño empezó a llevar a cabo su tarea. Nos dejó los zapatos como los chorros del oro.  Le ofrecimos una pequeña propina. Hoy, nos lo hemos vuelto a encontrar. Se ha acercado rápido y nos ha dicho a la oreja, muy flojito:
–Wenda é minha irmã – en un brasileño muy fluido, y se ha ido corriendo como si le fuera la vida en ello.

¿Qué carajo significa esto? Espera… Wenda… ¡sabe quién es Wenda! Nos debió de oír hablar de ella el otro día, mientras nos limpiaba los zapatos. Tenemos que buscar y hablar con ese niño, algo me dice que él es la clave de todo. Así que hemos empezado su búsqueda. Hemos preguntado a todos los trabajadores del hotel, pero nadie sabe ni de su existencia ni dónde se encuentra ahora. Sin esperanza alguna de encontrar al niño, salimos a las calurosas calles de Sao Paulo para ver un poco el ambiente. Ya que estamos, un poco de turismo no nos irá mal. Y, en una esquina remota, escondida entre la muchedumbre de gente que ocupa las calles, le encontramos. Allí, asustado, muerto de hambre, sin saber adónde ir. Sin dudarlo, nos acercamos a él. Primero, intenta huir, pero tiene tanta hambre que su cuerpo se ve obligado a permanecer quieto en su sitio. Fabio, ese es su nombre, tiene apenas diez años. Nos cuesta trabajo entendernos, pero lo básico que podemos entender es que su hermana y él fueron obligados a trabajar en una fábrica durante mucho tiempo, sin descansar, tejiendo telas para gente de fuera. Fabio logró escapar y ahora creen que está muerto, pero su hermana, Wenda, no ha tenido tanta suerte.

Fabio nos ha indicado el sitio donde cada día iba a trabajar con su hermana. Una vez allí, entramos y nos sorprende la amabilidad del encargado, que nos recibe con una deslumbrante sonrisa de oreja a oreja. Habla un poco de español, lo suficiente como para entendernos.     
– ¿Es esta la fábrica de la empresa Zenda? –preguntamos al sonriente encargado.
– Sí, sí. Fábrica de empresa Zenda. ¿Ustedes querer dar vuelta?
– ¿Nos haría este favor? Querríamos ver las instalaciones, por curiosidad.

El encargado, repentinamente ya no tan alegre, nos enseña la pequeña fábrica. Máquinas de última generación, establecimiento limpio, buena ventilación… ¡Qué raro! No me cuadra todo esto. Nos intenta engañar, está claro. Tengo la corazonada de que estas no son las verdaderas instalaciones.
– ¿Perdón, lavabo? Necesito hacer pis –, me sorprende mi gran actuación de mujer en apuros con necesidad de ir al lavabo.
– ¿Tú, lavabo? Baja escaleras y a la derecha –. Con disimulo, me río de su acento y bajo las escaleras. Ahora empieza mi búsqueda. Recorro toda la sala, observando minuciosamente cada rincón. De repente, diviso un pequeño agujero en una pared, por el cual sale un poco de luz. Al mirar a través de él, veo lo que, de alguna manera, ya me esperaba encontrar: treinta o cuarenta mujeres, comprimidas en una sala minúscula, tejiendo y tejiendo sin parar, apenas sin luz, solo la que proporcionaba una pequeña bombilla que cuelga de la pared. Tomo una foto, asomando la cámara del móvil por el pequeño agujero. Ya tengo una prueba. Oigo como el encargado y mi madre bajan las escaleras. Le pregunto al chico:
– ¿No hay más instalaciones? No entiendo cómo, con la fábrica tan pequeña, podéis fabricar tanto género.
–Todo lo que ustedes ver ser fábrica –. Pude notar mucha tensión en su rostro.
–No es posible. Sé que tienen a mujeres y niños explotados en una sala de este mismo edificio. Lo he visto con mis propios ojos.
– ¿Tu estás loca, niña? ¿Quién crees que eres? ¡Fuera!
–No me iré hasta que no me jure que aquí no hay mujeres ni niños explotados laboralmente.
–Vale, los hay, ¿y qué? Ustedes no poder hacer nada para evitarlo, no tener pruebas. Tenemos reputación aquí en Brasil. Nadie la creerá.
             
Lo que el ingenuo y, de repente, furioso encargado no sabía era que tenía todas las pruebas que necesitaba, y es que había grabado toda la conversación con el móvil. Rápidamente, nos fuimos de la fábrica, directas a la policía. Allí, les enseñé la fotografía y toda la grabación. Inmediatamente, enviaron a todos los agentes y coches patrulla hacia la fábrica. Mi madre, Fabio y yo íbamos en uno de esos coches. Ante nuestros atentos ojos, vimos cómo arrestaban al encargado que horas antes nos había atendido y a sus superiores. Minutos más tarde, empezaron a salir las mujeres y niños, aturdidos por los rayos de sol que les quemaban su cansada vista acostumbrada a la bombilla de luz artificial. Entre ellos, estaba Wenda. Supimos quién era porque Fabio se encontraba con ella, después de una larga carrera desde el coche a su lado. Se fundieron en un largo y caluroso abrazo, que hizo que mi madre y yo les imitáramos, satisfechas de presenciar ese momento, que tanto habíamos ansiado llegar a ver.
            
 Ahora, gracias a nuestra investigación, la empresa Zenda ha sido demandada y multada. Su nombre ha quedado manchado con el sudor, las lágrimas y  el esfuerzo de muchas mujeres y niños que ahora, por fin, podrán vivir su vida tranquilos y en paz. La vida que cualquier ser humano de este mundo merece.



1 comentari:

  1. Ens agradaria que pengessis més relats. Merci ;)
    Si et manca la inspiració et recomano que escoltis la llista de l'spotify dirigida a tu.
    PD: Si poden tractar de carxofes millor...

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